Cuando pequeña mi mayor aspiración era ser profesora universitaria y tener una gran casa. Mis padres me abrieron una cuenta en el banco para empezar a ahorrar, y así iniciar mi camino hacia el éxito.
La ciudad donde crecí tenía la meta de embellecerse. Las calles se adornaban en navidad, había bulevares y sillas para contemplar. Cuando un carro se accidentada mi papá detenía el carro para auxiliar a la persona. Éramos más humanos, no teníamos miedo de que nos matará un motorizado para robarnos.
En esta ciudad donde crecí también se cometió el error de dar la espalda a las zonas “feas” que crecían espontáneamente esperando que un día se borrarán del mapa y se transformarán también en “Casas bonitas”. Así empezó él la iniciativa de la transformación “casa por rancho”, sustituyendo paredes de bahareque por bloque de arcilla y techo de zinc. Esto ocurrió en toda Latinoamérica y ya para mediados de los 80’s se formularon varias curas para esta problemática de urbanizaciones sin cloacas, sin disposición de basura y menos aún colegios. Las curas fueron muchas pero ninguna erradico esa situación, fue la época en donde se inventaron la vivienda progresiva y los créditos de autoconstrucción con la expectativa de formar a los constructores de las favelas y desarrollar un mejor hábitat, pero sin ningún tipo de planificación estratégica que realmente tomara en cuenta los recursos políticos, económicos y culturales. En esta época se utilizaba el zonning como único instrumento de planificación y pintaron de verde las favelas sin ninguna fórmula para su transformación, pensando que por ser un crecimiento espontaneo, tenderían a desaparecer.
Lo que paso es que el éxodo rural se fortaleció, en una invitación aunque inhóspita de los trabajadores del campo a la ciudad en búsqueda de un mejor futuro inclusive desde otros países hacia un país petrolero en un desbordante crecimiento.
Desde los 90’s la habilitación física de barrios era ya una necesidad debido a su incesante crecimiento y colonización desvergonzada de cualquier terreno vacante a su alcance. Este paso acompañado de la falta de políticas públicas sembró un nuevo ciudadano.
Ya para iniciar el año 2000 ese ciudadano creó leyes que formalizaron la invasión como un estilo de vida. No sólo desde la población sino desde el mismo gobierno expropiando sin planes urbanos ni proyectos; terrenos, autopistas y construcciones que sostenían económicamente los suburbios en donde más del 60% de la población no paga servicios eléctricos, agua ni impuestos.
Hoy en día se construyen aún sin inclusión planificada ni redes de servicios, estos guetos conformados de personas trabajadoras que aún no entienden por qué su entorno sigue creciendo desmesuradamente. Allí habitan sin comercios, colegios, instituciones ni iglesias y con saldos de homicidios parecidos a los de una guerra civil.
Los países vecinos nos cuentan que tuvieron que empezar por crear instituciones de planificación estratégica no sólo urbana, también económica y social. Se han hecho políticas públicas que premian la transformación de estos espacios y apuestan a la educación de los jóvenes que han crecido en lugares sin ley, al mejor estilo medieval.
En Medellín iniciando el milenio marcaron la pauta entendiendo que se trataba de un problema social antes que infraestructural y crearon programas de inversión social y educativa antes que crear edificaciones saneadoras de gran escala, denominadas: parques bibliotecas. Estas piezas aquitectónicas se diseñaron a manera de dispositivos que se insertaron en la trama urbana con la única misión de convertir la educación en una diversión accesible, aportando a su vez espacios públicos para el sano intercambio.
Estas intervenciones físicas de infraestructura se reflejaron en edificios formales de grandes proporciones en escala y acabados de primera, que llegaron para ensenar al ciudadano un nuevo referente dentro de un contexto en el que parece imposible cambiar.
La incidencia de mejora y productividad de nuestras ciudades se ve directamente influenciada por las inversiones realizadas en estas zonas, que carecen no solo de servicios sino de ley y educación y hoy en día representan al menos el 60% de la población urbana.
Están destinadas a no regenerarse si se siguen concibiendo curas desde un punto de vista tradicional. Recordemos que es difícil la inversión en lugares inseguros, y no es solo eso sino la falta pago de impuestos y servicios que hace que sea insostenible su propia existencia.
En Chacao (Caracas-Venezuela) hubo una iniciativa importante, en la que en medio de la favela, la alcaldía decidió construir un gimnasio vertical y una escuela de gran escala integradas a un centro comercial que continua la trama a la ciudad formal. Son otras estrategias que invitan a la ciudad espontanea a formalizarse, porque en el fondo todos deseamos formalizar nuestra situación, pues la aspiración es la que le da sentido al hombre del presente por conseguir un futuro.
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